jueves, 26 de julio de 2012

Amélie Nothomb / Lícitas esperanzas


Amélie Nothomb
LÍCITAS ESPERANZAS



   No es que la nipona sea una victima, nada más lejos de la realidad. De todas las mujeres del planeta, la nipona no es de las que salen peor paradas. Su poder es considerable: hablo por experiencia.
   No: si por algo merece ser admirada la japonesa – y merece serlo – es porque no se suicida. Conspiran contra su ideal desde su más tierna infancia. Moldean su cerebro: “Si a los veinticinco años todavía no te has casado, tendrás una buena razón para sentirte avergonzada”, “si sonríes perderas tu distinción”, “si tu rostro expresa algún sentimiento, te convertirás en una persona vulgar”, “si mencionas la existencia de un solo pelo sobre tu cuerpo, te convertiras en un ser inmundo”, “si, en público, un muchacho te da un beso en la mejilla, eres una puta”, “si disfrutas comiendo, eres una cerda”, “si dormir te produce placer, eres una vaca”, etc. Estos preceptos resultarían anecdóticos si no la emprendieran también con la mente.
   Porque, en resumidas cuentas, la estocada que, a través de todos estos dogmas incongruentes, se ha asestado a la nipona es que nada bueno debe esperar de la vida. No aspires a disfrutar porque tu placer te destruirá. No aspires a enamorarte porque no mereces que nadie se enamore de ti: los que te amarían te amarían por tu apariencia, nunca por lo que eres. No esperes que la vida te dé algo, porque cada año te quitará algo. Ni siquiera aspires a una cosa tansencilla como alcanzar la tranquilidad, porque no tienes ningún motivo para estar tranquila.
   Aspira a trabajar. teniendo en cuenta tu sexo, existen pocas posibilidades de que puedas labrarte una buena educación, pero aspira a servir a tu empresa. Trabajar te hará ganar dinero, el cual no te proporcionará ninguna alegría pero al que eventualmente podrás recurrir, en caso de matrimonio, por ejemplo – porque no serás tan estúpida como para creer que alguien pueda interesarse por ti unicamente por tu valor intrínseco…
   Aparte de esto, puedes aspirar a llegar a vieja, lo que, no obstante, carece de interés, y a no conocer el deshonor, lo que constituye un fin en sí mismo. Aquí termina la lista de tus lícitas esperanzas.”


Amélie Nothomb
Estupor y temblores




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